La depresión durante el embarazo y después del parto afecta profundamente la vida de las mujeres, sus hijos y sus comunidades. En Perú, este problema es más frecuente de lo que se cree: estudios del Instituto Nacional Materno Perinatal estiman que hasta el 38% de gestantes presentan síntomas de depresión.
A pesar de su magnitud, pocas veces se habla de esta realidad y aún menos se implementan soluciones comunitarias sostenibles. Es clave visibilizar iniciativas como Pensamiento Saludable (PENSA), que durante cinco años ha trabajado con gestantes y puérperas en Lima Norte para reducir síntomas de depresión perinatal.
La intervención fue desarrollada por el programa de Salud Mental de Socios En Salud. Se basa en una adaptación de la terapia cognitivo-conductual, promovida por la Organización Mundial de la Salud (OMS), y se implementa a través de las Agentes Comunitarias de Salud (ACS) y bajo la supervisión de la psicóloga.
Entre 2018 y 2023, PENSA atendió a más de 430 mujeres. Los resultados, tanto cuantitativos como cualitativos, demuestran su efectividad y la urgencia de incluir intervenciones similares en la política pública de salud mental materna.
Con motivo del Día Internacional de Acción por la Salud de la Mujer, abordamos desde esta experiencia cómo una intervención comunitaria bien diseñada puede mejorar la salud mental de las madres, fortalecer redes locales de apoyo y reducir desigualdades persistentes en el acceso a cuidados.

Leidith Tinoco se incorporó a Pensamiento Saludable en plena pandemia de COVID-19. Recibió tratamiento a través de videollamadas y destaca que la comunicación constante con el equipo de Socios En Salud fue clave para su recuperación.
Foto de Diego Díaz / SES
¿Qué es la depresión perinatal y cuál es su impacto en la salud pública?
La depresión perinatal abarca tanto la etapa del embarazo como el posparto. Sus síntomas incluyen ansiedad, insomnio, aislamiento, sentimientos de culpa, desinterés por el bebé e incluso ideas suicidas. Es una problemática que no solo afecta la salud emocional de la madre, sino también el desarrollo psicomotor, nutricional y el vínculo temprano con el recién nacido.
Las causas suelen estar ligadas a determinantes sociales: pobreza, violencia conyugal, falta de apoyo familiar, antecedentes de problemas de salud mental o embarazos no planificados. Muchas mujeres que participaron en PENSA relataron haber pasado por experiencias de abandono, trauma o sobrecarga. Algunas sintieron deseos de desaparecer; otras no lograron dar de lactar debido al estrés sostenido.
El impacto en salud pública es grave. Sin tratamiento oportuno, la depresión perinatal aumenta riesgos de complicaciones obstétricas, hospitalizaciones innecesarias y deterioro del vínculo madre-hijo. También implica un mayor uso de servicios sanitarios a largo plazo, y perpetúa ciclos de exclusión social en mujeres que ya enfrentan múltiples formas de vulnerabilidad estructural.
Experiencias como PENSA prueban que el acompañamiento emocional desde el entorno cercano puede ser efectivo. Integrar estas intervenciones al primer nivel de atención mejora la salud mental materna e infantil. Además, representa una estrategia costo-efectiva y sostenible para responder, desde un enfoque comunitario, a uno de los problemas más invisibilizados en salud pública.
Con motivo del Día Internacional de Acción por la Salud de la Mujer, abordamos cómo una intervención comunitaria bien diseñada puede mejorar la salud mental de las madres.
Resultados que respaldan la intervención PENSA
A lo largo de cinco años, el programa PENSA ha demostrado resultados contundentes. Las mujeres con síntomas depresivos moderados o graves mejoraron notablemente después de completar las sesiones. En el grupo presencial, los niveles de depresión bajaron en promedio de 8 puntos a solo 2 en una escala de evaluación.
En la modalidad virtual, la mejora fue similar: de 7 a 2 puntos. Esto demuestra que el acompañamiento emocional también puede funcionar a distancia. Durante la pandemia, muchas mujeres accedieron a las sesiones desde sus casas, sin que eso afectara los beneficios para su salud mental y su bienestar general.
En el grupo más reciente de 50 gestantes atendidas en 2023, el promedio bajó de 7.34 a 2.44. Esto se traduce en menos ansiedad, mejor autoestima y mayor capacidad de autocuidado. Las madres también reportaron mayor confianza para cuidar a sus hijos y afrontar situaciones cotidianas difíciles.
Las entrevistas a profundidad y los grupos focales revelaron aprendizajes importantes. Muchas madres identificaron pensamientos negativos recurrentes y los reemplazaron por ideas de autoafirmación y esperanza. La intervención permitió transformar el discurso interno de las participantes, lo cual fue clave para su proceso de recuperación emocional y fortalecimiento del vínculo materno-infantil.
Así, por ejemplo, una madre de 43 años relató que una ACS le enseñó a “cambiar el pensamiento negativo por uno positivo”, mientras que otra, de 39 años, afirmó: “Ahora veo a mi bebé y siento que juntos podemos superar todo”.
Las ACS jugaron un papel esencial. Para muchas madres, ellas fueron su único sostén emocional: “Era como tener una psicóloga que venía a mi casa, que me escuche y me asesore”, relató una participante. La empatía, la escucha activa y la constancia fueron factores decisivos para que las sesiones tuvieran un impacto real y sostenido.

Susana Gamboa, una de las 22 agentes comunitarias capacitadas por el Programa de Salud Mental para la estrategia Pensamiento Saludable.
Foto de Diego Díaz / SES
Acompañamiento comunitario adaptado a la realidad peruana
Uno de los grandes logros de PENSA ha sido adaptar una herramienta internacional a un contexto local. El programa original, promovido por la OMS y desarrollado inicialmente en Pakistán, fue traducido y contextualizado para funcionar en zonas populares de Lima Norte. Las sesiones fueron conducidas por agentes comunitarias capacitadas con experiencia previa.
Cada intervención consta de 16 sesiones distribuidas en cinco módulos, desde el séptimo mes de embarazo hasta el primer año del bebé. Durante la pandemia, el programa fue ajustado a sesiones virtuales breves. Esta flexibilidad permitió mantener el acompañamiento en un momento de alta vulnerabilidad emocional para muchas mujeres en Lima Norte.
Además, las sesiones no solo abordaron la salud mental, sino también prácticas de autocuidado, crianza respetuosa y estrategias para fortalecer el vínculo madre-bebé. Las madres aprendieron a identificar emociones difíciles, reforzar su autoestima y establecer rutinas que favorecieran el desarrollo de sus hijos, incluso en contextos de precariedad o soledad.
Más allá de los datos, los testimonios muestran que el acompañamiento salva vidas. Las mujeres que participaron en la intervención de SAME no solo aprendieron a identificar sus emociones, sino que dejaron de sentirse solas. “Yo me soltaba a llorar y después me sentía más tranquila”, relató una madre que completó todas las sesiones.
Otras aprendieron técnicas de respiración, reencuadre de pensamientos o simplemente encontraron un espacio para ser escuchadas sin juicio. Estos momentos de contención emocional fueron claves para recuperar la confianza y el sentido de valor propio. El programa ofreció herramientas prácticas que fortalecieron su bienestar emocional en medio de situaciones de alta vulnerabilidad.
Este modelo de intervención rompe con el paradigma tradicional del cuidado verticalizado en salud. Aquí, las mujeres no son solo pacientes: son protagonistas de su proceso de mejora en su salud emocional, acompañadas por pares que entienden su realidad y las acompañan. Esa cercanía transforma el cuidado en una experiencia humana, respetuosa y digna.
La intervención también empodera a las ACS, muchas de ellas mujeres de la misma comunidad, convirtiéndolas en agentes de transformación social. Al realizar el acompañamiento, ellas brindan apoyo emocional y no solo fortalecen el tejido comunitario, sino que también encuentran sentido, reconocimiento y autoestima en su rol como cuidadoras y promotoras de la salud mental.

Delia Bruno fue una de las participantes en la iniciativa PENSA del programa de Salud Mental. Ella, como casi un 30% de gestantes de Lima Norte, presentó síntomas de depresión en 2023.
Foto de Diego Diaz / SES
¿Qué nos dice esto sobre las políticas públicas?
El éxito de PENSA demuestra que es posible implementar soluciones de salud mental materna que sean sostenibles, culturalmente pertinentes y a un costo accesible. Para ampliar el alcance de este modelo, es clave contar con el respaldo de políticas públicas que reconozcan la importancia del enfoque y aseguren su continuidad a largo plazo.
Actualmente, no existen en el sistema de salud intervenciones comunitarias dirigidas específicamente a la depresión perinatal, lo que abre una valiosa oportunidad de acción. Incorporar iniciativas como la propuesta por SAME permitiría cerrar esa brecha y ofrecer apoyo emocional efectivo a mujeres que hoy no tienen dónde acudir ni con quién hablar.
En este Día Internacional de Acción por la Salud de la Mujer, urge mirar la salud mental materna como un asunto prioritario. El bienestar de una madre es también el de su hijo, su familia y su comunidad. Cuidar su salud emocional es una inversión social que no puede seguir postergándose.