Imagina a dos personas con el mismo dolor en el pecho. Un hombre recibe pruebas cardíacas de inmediato; una mujer es enviada a casa con la recomendación de reducir el estrés. Años después, cuando su condición ha empeorado, finalmente recibe un diagnóstico. Este retraso en la atención médica no es una coincidencia, sino un problema sistemático.
Un estudio en Dinamarca analizó 6.9 millones de personas y encontró que, en 770 enfermedades, las mujeres fueron diagnosticadas hasta cuatro años después que los hombres. Esta brecha se agrava por la subrepresentación femenina en ensayos clínicos, lo que dificulta el desarrollo de tratamientos adecuados y aumenta el riesgo de efectos adversos en ellas.
Estas diferencias también reflejan un sesgo estructural en el diagnóstico y tratamiento, con graves consecuencias en la salud de las mujeres. En el Día Internacional de la Mujer, analizamos con especialistas de nuestros programas los principales obstáculos que enfrentan, las barreras que persisten y los cambios estructurales que el sistema de salud necesita para garantizar una atención equitativa y oportuna.

Isabel Torres, enfermera del proyecto TB Móvil, realiza búsqueda activa de casos de tuberculosis, acercando el diagnóstico temprano a más mujeres.
Foto de SES
Problemas de salud que enfrentan las mujeres
Según el Ministerio de Salud (MINSA), el 75.5% de los casos de depresión atendidos en 2023 correspondieron a mujeres. Además de la depresión, la ansiedad y el estrés son los trastornos de salud mental más frecuentes, de acuerdo con Carmen Contreras, jefa del Programa de Salud Mental (SAME) de Socios En Salud.
A esto se suman los trastornos asociados al maltrato y la violencia de género, con consecuencias emocionales y psicológicas profundas. Por su parte, Judith Jiménez, jefa del Programa de Tuberculosis (TB), señala que las normas y desigualdades culturales limitan el acceso de mujeres y niñas a los servicios de tratamiento y prevención de la TB.
«Las mujeres pueden enfrentar barreras para atenderse debido a que, en muchos casos, los miembros masculinos de la familia, quienes suelen manejar los recursos del hogar, no están dispuestos a costear estos servicios”, explica Jiménez.
En cuanto a enfermedades no transmisibles, Giuliana Hernández, del Programa ENT y Cáncer, destaca que la diabetes afecta al 63% de las mujeres, a pesar de que suelen seguir mejor los tratamientos que los hombres. En cuanto al cáncer, el de mama representa el 18.5% de los casos, seguido por el de cuello uterino (11.5%) y el de colon (6.4%).
Carla Rodríguez, del Programa VIH e ITS, señala que, por cada cuatro hombres con VIH, hay una mujer con la infección. En el primer semestre del año, según un reporte del Centro Nacional de Epidemiología, Prevención y Control de Enfermedades, el 24.4% de los nuevos casos notificados fueron mujeres, y el 86% tenía entre 15 y 49 años, una edad clave para la salud reproductiva.

Mujeres del AA.HH. Santa Rosa, en el distrito de Carabayllo, se reúnen cuatro veces por semana para elaborar cerámica y velas, generando ingresos y fortaleciendo su comunidad.
Foto de SES
Barreras en el acceso a la salud
El miedo al estigma sigue siendo una de las principales barreras para que las mujeres busquen atención médica. En salud mental, muchas evitan acudir a consultas por temor a ser vistas como débiles o incapaces de cumplir con sus responsabilidades familiares. “Muchas internalizan esta idea, creyendo que su bienestar es secundario frente al de los demás”, señala Contreras.
La falta de privacidad en los servicios de salud también genera incomodidad, especialmente en diagnósticos de TB o salud reproductiva. A esto se suma el factor económico: aunque algunos tratamientos son gratuitos, los costos indirectos, como transporte y medicamentos adicionales, pueden ser inaccesibles. Muchas mujeres, además, priorizan la salud de sus hijos o familiares, postergando su propio cuidado.
“La ausencia de políticas que permitan a las mujeres faltar al trabajo para consultas médicas dificulta la prevención y detección temprana. Aunque existen protecciones para la maternidad, pocas empresas otorgan permisos para otras atenciones. Ni qué decir en el sector informal, muchas temen perder ingresos diarios si acuden al médico”, explica Hernández.
Rodríguez añade que el estigma también afecta a quienes viven con VIH: “Muchas ocultan su diagnóstico por miedo al rechazo, aunque en la mayoría de casos fueron contagiadas por su pareja. El estigma viene principalmente del entorno social y familiar, donde se les etiqueta injustamente”.

María Morales, agente comunitaria de salud, se reencuentra en Puente Piedra con Ayde, una expaciente de tuberculosis a quien acompañó hace casi 20 años. Hoy, ella ha logrado salir adelante con su hijo y tiene su propio negocio.
Foto de SES
Oportunidades de mejora en el sistema de salud
Para estas cuatro profesionales de la salud, reducir la brecha de género exige un enfoque integral que priorice la participación de las mujeres en la formulación de políticas sanitarias, garantizando que sus necesidades y perspectivas sean tomadas en cuenta en la toma de decisiones.
«Involucrarlas activamente en la creación y ejecución de programas de salud contribuiría a mejorar la sensibilización sobre los servicios disponibles y promovería un enfoque más inclusivo en la atención», señala Contreras.
Un ejemplo de ello son las agentes comunitarias con las que trabaja Socios En Salud. “En su mayoría son mujeres”, destaca Jiménez, “ellas contribuyen en la promoción de la salud y en la prevención de enfermedades en sus comunidades, ya que están en contacto directo con las familias, viven con ellos y saben de su problemática”.
El acceso a la salud también debe ser repensado. “Es crucial ampliar los horarios de atención y facilitar servicios de telemedicina para mujeres con limitaciones de tiempo”, indica Hernández. Asimismo, se deben crear programas que incluyan a los varones en el cuidado de la salud familiar, aliviando la carga de cuidado que recae mayoritariamente en las mujeres.
El camino hacia una atención más equitativa requiere cambios estructurales, pero también un compromiso social para reconocer y abordar las barreras invisibles que siguen limitando el acceso de las mujeres a una salud digna.
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