Cada mañana, Sabina Cruz llega a la olla común de Río Seco con una misión clara: ayudar a pelar tubérculos, limpiar y cocinar los insumos que alimentarán a más de 70 personas en su comunidad. Lo hace sin esperar nada a cambio, más allá de asegurar su propio plato del día.
“Mi comidita ya la tengo (asegurada)”, dice con cierto alivio.
En este punto alto de Carabayllo, distrito ubicado al norte de Lima, el agua escasea, la luz se va y el gas se agota antes de lo previsto. Sin embargo, la olla sigue encendida, gracias a la organización de mujeres como ella.
Como en otras 130 ollas comunes del distrito, el menú en Río Seco se sostiene por autogestión. Aunque reciben algunos alimentos básicos del Estado –arroz, fideos, aceite y menestras–, deben recaudar fondos vendiendo raciones adicionales a tres o tres soles cincuenta para costear el gas, el agua, las verduras y hasta las servilletas.
En estos comedores no se come carne todos los días. Una pierna de pollo puede dividirse en tres platos. La proteína más habitual son las menestras, y los refrigeradores donados duermen apagados por el alto costo de la electricidad.
Frente a esta realidad, Socios En Salud (SES), junto con LG Perú, propusieron una solución innovadora y adaptada a la realidad del lugar: energía solar, almacenamiento seguro de agua, electrodomésticos eficientes y espacios dignos.
Este proyecto resultó ganador en el LG Ambassador Challenge, y ya ha comenzado a ejecutarse en Río Seco, una localidad de Carabayllo, con miras a culminar sus instalaciones en la segunda semana de agosto. Pero más allá de una instalación técnica, es una apuesta por la sostenibilidad, la salud y la dignidad alimentaria.

Los equipos de Socios En Salud y KFHI, organización aliada global de LG, se vienen reuniendo con las representantes de la olla común «4 de diciembre» para levantar necesidades del espacio.
Foto de Diego Diaz / SES
Ollas comunes: la urgencia que persiste tras la pandemia
Durante los días más duros de la pandemia de COVID-19, fueron las ollas comunes las que evitaron que miles de familias pasaran hambre. En Carabayllo, más de 130 de estas organizaciones comunitarias –lideradas casi siempre por mujeres– alimentaron a sus barrios sin descanso, gestionando donaciones, cocinando en plena calle y enfrentando sin recursos al desempleo masivo. Hoy, aunque el virus ya no domina los titulares, la necesidad sigue ahí. La precariedad no se ha ido.
Genaro Anco, jefe del Programa de Protección Social (PPS) de Socios En Salud, conoce esta realidad de cerca. “Las ollas comunes son autogestionadas, no tienen un capital como los restaurantes. Viven del día a día. Si preguntas, te dirán que no comen carne como nosotros. La calidad nutricional es bajísima, y el costo del agua y el gas las golpea todos los días”, afirma.
Además de la falta de alimentos, los problemas de infraestructura son constantes. El agua no llega directamente: se deposita en zonas bajas y se sube en baldes o mangueras con motores hasta los locales. La luz eléctrica se comparte desde un solo medidor para todo el barrio. La falta de refrigeración adecuada hace que muchos alimentos se pierdan, generando riesgos sanitarios, sobre todo en niños y personas mayores.
Energía que alimenta: la propuesta de SES y LG
Ante este panorama, la propuesta de Socios En Salud fue clara: no se trata solo de donar equipos, sino de transformar el modo en que estas ollas operan. Para eso, propusieron una solución integrada que reduzca los costos de energía y mejore la calidad de los alimentos.
El proyecto –denominado “100 días de felicidad” por LG– incluye la instalación de paneles solares que proporcionarán energía continua y gratuita a la olla común. Esto permitirá el funcionamiento eficiente de una refrigeradora con congeladora, una licuadora industrial y otros equipos necesarios para conservar y preparar alimentos de manera segura. También se instalarán nuevos tanques de agua con mayor capacidad y se mejorará la infraestructura del local para ofrecer un espacio digno, con techo y sillas, donde las familias puedan comer.
“Ya habíamos intentado trabajar este tema antes”, cuenta Anco. “Conseguimos la donación de congeladoras, pero no se usaban porque no se adaptaban a la realidad. Aquí los alimentos no se compran por volumen, sino de manera interdiaria, y una congeladora que vuelve hielo todo lo que toca no ayuda. Por eso, ahora priorizamos la refrigeración gradual, con energía adaptada a su contexto”.

Así van los avances de la nueva olla común en Río Seco: además de levantar una casa de madera, se ha habilitado una plataforma de cemento.
Foto de Diego Diaz / SES
Un compromiso real por el cambio sostenible
Para LG Perú, este tipo de alianzas no es nuevo, pero sí esencial. “Este proyecto tiene cuatro años en Perú, aunque LG Ambassador Challenge se realiza a nivel global en países de África, por ejemplo”, explica Laura Soplín, subgerente de brand marketing en LG Perú. “Este año elegimos a Socios En Salud porque vimos que su propuesta era sostenible en el tiempo y que la comunidad estaba organizada, con una presidenta y funciones claras. Eso garantiza que el cambio perdure”.
Soplín destaca que el levantamiento de necesidades fue clave. “Vimos que el agua no llega de forma continua, que se necesita almacenar mejor. También que la electricidad es limitada y cara. Por eso incluimos los paneles solares y los electrodomésticos LG adaptados. Nuestra filosofía es que la vida es buena, y creemos que puede serlo también para las personas más vulnerables”.
Actualmente, el proyecto se encuentra en etapa de ejecución. Ya se han iniciado los trabajos de instalación de paneles y de mejora de infraestructura. Para Carmen Rojas, una vecina de Río Seco, esto significa más que electricidad o tanques: “Antes dudaba, pero ahora estoy contenta. La señora que vino nos explicó todo y siento que sí nos están ayudando de verdad. Dijo que quizás podamos tener una panadería también. Aquí no hay ni dónde comprar pan. Sería una gran ayuda”.
Más que comida: comunidad, esperanza y futuro
Las ollas comunes no son solo lugares donde se cocina. Son centros de cuidado, redes de apoyo, refugios frente a un sistema que muchas veces no llega. Son espacios donde mujeres como Sabina y Carmen no solo reparten alimento, sino dignidad. El proyecto de LG y Socios En Salud lo entiende bien. No solo buscan aliviar una necesidad, sino construir soluciones que se mantengan en el tiempo.
Hoy, la olla común de Río Seco se transforma. Y con ella, se enciende una nueva esperanza para muchas otras en Carabayllo que pueden durar más que cien días.