No son nada lejanos los efectos del cambio climático en la salud de las personas. La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que hasta 3,600 millones de personas viven en contextos altamente vulnerables a las consecuencias de este fenómeno.
En términos monetarios, los daños directos a la salud podrían llegar a costar entre 2,000 a 4,000 millones de dólares hasta el 2030. Una situación que suele afectar a los más necesitados, advierte la organización, porque los perjuicios del cambio climático se producen de manera inequitativa.
Sobre este panorama alarmante conversamos con la Dra. Sonya Shin, profesora asociada de la Facultad de Medicina de Harvard y médico asociada a la División de Salud Global del Brigham and Women’s Hospital.
Junto con Partners In Health y Socios En Salud, la especialista viene abriendo espacios de diálogo para recoger las necesidades relacionadas al cambio climático por las que atraviesan comunidades en Cusco, Lima y Navajo (EE.UU.).
En términos generales, ¿cómo influye el cambio climático en la salud de las personas?
Hay casi una infinidad de manera en que el cambio climático influye en la salud de las personas. La Tierra se está calentando y los efectos de esto varían mucho por zonas y amplifican las consecuencias de la pobreza, porque en un sitio puede verse afectado por la precipitación severa, mucha lluvia, huaicos, etcétera. Esta manifestación del cambio climático será diferente de otra zona donde hay falta de agua.
En cada sitio la manifestación es muy específica.
Pero hay dos cosas casi universales, según tengo entendido. Uno, la gente vulnerable por los efectos negativos de la pobreza será la más susceptible a los daños del cambio climático en su salud. En las dos comunidades donde trabajo, percibo que una consecuencia global es que (este fenómeno) impacta en la salud mental. Allí uno no sabe de dónde va a venir el agua, si la cosecha no saldrá este año o si hubo un huaico y destruyó las casas en la comunidad. Esta incertidumbre y la ansiedad de no saber el futuro puede impactar desde la mamá hasta el niño.
¿Qué otro tipo de consecuencias acarrea el cambio climático en la salud?
Uno puede dividirlo en consecuencias agudas y crónicas. Las agudas pueden ser, por ejemplo, daño, lesiones, destrucción de casas y desplazamientos de eventos severos o incendios, etcétera. Pero, en términos crónicos, una vía muy importante —que podemos ver en la Nación Navajo y el Perú— es el impacto en la seguridad alimentaria y del agua. Son dos aspectos que van de la mano. Si uno no tiene agua, no produce comida y no hay economía para muchas familias que se dedican a la agricultura.
La Tierra se está calentando y los efectos varían mucho por zonas y amplifican las consecuencias de la pobreza.
Además de afectar la salud mental, ¿qué otro tipo de enfermedades está produciendo este fenómeno?
Lo que nosotros estamos percibiendo es el impacto del cambio climático en condiciones crónicas, que pueden ser, por ejemplo, la diabetes, la hipertensión, la desnutrición crónica, la inadecuada ingesta hídrica que puede llegar a falla renal. Hay en Guatemala, y otras comunidades en Latinoamérica, evidencia que la gente que trabaja en el campo todo el día haciendo sus cosechas, mientras va calentando la temperatura, están expuestos a una deshidratación crónica y tienen una tasa de falla renal crónica más elevada que otras poblaciones. Nosotros estamos un poco mirando este impacto mediante problemas de agua y falta de nutrición.
¿Influye el cambio climático también en infecciones transmisibles?
Así es. Lo que vemos en Perú con el dengue, por ejemplo. Se está viendo que las zonas impactadas por esta enfermedad están cambiando los hábitos de los mismos mosquitos. En Estados Unidos, en el suroeste, algunas enfermedades que antes no aparecían en algunos lugares están migrando más al norte, porque el calor permite que los vectores agranden su territorio.
¿Cuáles deberían ser las acciones de los gobiernos para enfrentar este problema climático y de salud?
Si las condiciones meteorológicas son diferentes en cada zona, las condiciones variarán, pero algunas soluciones deben ser locales. Una comunidad puede hacer cosas en su propio territorio. Pero a nivel de país o región, también se necesita una respuesta. Una solución puede ser más información y preparación para vigilar los patrones. En Phoenix (EE.UU.), por ejemplo, cada verano la temperatura va subiendo, entonces crearon un departamento que monitoreaba las tendencias del calor, y cuando había calor extremo, hicieron centros con aire acondicionado, agua, etcétera. Por otro lado, urge prepararse en acceso al agua y alimentación, problemas que afectarán sobre todo a las poblaciones más pobres.
Desde su posición de investigadora asociada, ¿cómo ha observado que Partners In Health y Socios En Salud vienen trabajando sobre este tema?
Creo que tiene mucho que ver con consultar con la comunidad. La Nación Navajo, por ejemplo, alberga gente indígena que ha vivido allí por muchos siglos y tienen sus costumbres, sus tradiciones y sus enseñanzas, y quizás tienen algún mensaje o acción para sobrevivir durante periodos de escasez. Por eso nos reunimos con representantes para consultarles qué están viendo y observando en el tema de cambio climático y, sobre todo, lo que tiene que ver con salud del niño. La pregunta más importante que queremos plantear es: ¿qué soluciones sugieren? Pueden estar basados en la cultura o las tradiciones ancestrales, o pueden ser ideas modernas que hoy la comunidad ya está explorando o inventando. Se necesita una respuesta comunitaria para que la misma comunidad tenga el poder y la solución basada en su mirada.
Entiendo que están abriendo espacios de diálogo también en dos zonas del Perú, una en Lima y la otra en Cusco. ¿Qué información han podido recoger hasta el momento?
En Cusco y Carabayllo realizamos una línea basal con el equipo del programa Salud Materno Infantil y Adolescentes (SAMIA) de Socios En Salud. Hicimos evaluaciones de datos cualitativos y cuantitativos. Pudimos ver que en Cusco casi todas las familias sienten la inseguridad hídrica y están muy preocupadas por el cambio climático. Las mamás decían que sus niños de mayor edad preguntan sobre el tema, porque leen cosas en internet. Los más pequeños perciben la ansiedad de la mamá. El problema en Cusco está muy ligado a la supervivencia económica.
¿Ocurre lo mismo en Carabayllo o la mirada cambia?
En Carabayllo, las madres perciben más problemas con la higiene y la salud, y enfermedades como la diarrea, complicaciones de la piel, incluso con la respiración por el polvo. Estar encerrados y no poder mantener la casa aseada por falta de agua, ya que deben elegir si utilizarla para beber, cocinar o limpiar el hogar. Allí, aunque la población, las familias y los profesionales de salud son conscientes del cambio climático y la relación con la escasez de agua, producida por los huaicos, las lluvias, el lodo extremo que sufre esporádicamente Lima, no la sienten tan día al día como Cusco, donde sí piensan que aumentará en el futuro. Además, la parte económica tendrá consecuencias en la migración. Hay bastante información que diserta sobre las olas de migración a la costa, a centros urbanos, y eso impactará en la salud de los niños si son familias sin acceso a los servicios de salud. Se habla de problemas de higiene, de salud mental en niños de mayor edad, pero también complicaciones de anemia, nutrición y desarrollo.
¿Cómo percibe que Perú se está preparando para este escenario?
Está fortaleciendo los sistemas de salud para responder a estos problemas, pero es algo difícil, porque, aunque casi todos están de acuerdo en que el cambio climático es un problema, es difícil verlo en el día a día. Responder a un huaico es un poco más fácil que responder a un problema “teórico” que aún no nos impacta el día a día.
Parece que no lo viéramos, pero está allí.
Sí, lo entendemos intelectualmente, pero en el cuerpo, en el corazón, no estamos todavía muy conscientes. Pero esto es bien diferente en Cusco. Allí lo sienten en el alma, es hoy día.