La violencia de género es una problemática global. Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), una de cada tres mujeres en la región de las Américas ha experimentado violencia física o sexual al menos una vez en sus vidas. Partiendo de este punto, esta realidad va más allá de las marcas físicas: impacta significativamente en la salud mental de quienes la padecen, por lo que se vuelve fundamental abordar esta problemática para prevenir sus consecuencias perjudiciales.
El Ministerio de Salud (MINSA) señala que las secuelas de la violencia de género en la salud mental de las mujeres incluyen depresión, ansiedad, trastorno de estrés postraumático (TEPT), baja autoestima y pensamientos suicidas. Así, el constante temor e inseguridades producto de la violencia pueden tener un efecto profundo en la salud psicológica, desencadenando problemas a largo plazo.
La pandemia del COVID-19 ocasionó un incremento en las circunstancias que exponen a las mujeres a niveles más altos de violencia, especialmente para aquellas que se vieron confinadas con sus agresores. En muchos casos, las víctimas padecen en silencio, temerosas por su seguridad o por posibles represalias. Esta coyuntura ha intensificado la discriminación, el estigma y el miedo a denunciar, especialmente entre las comunidades más vulnerables.
Según ONU Mujeres, en el año 2021, aproximadamente 45 mil mujeres y niñas perdieron la vida a causa de sus parejas u otros miembros de la familia en todo el mundo. En el 2022, en Perú, el MINSA registró más de 17 mil casos de violencia contra las mujeres, además, la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar (ENDES 2022) señaló que el 55,7% de mujeres entre 15 y 49 años declararon haber sufrido algún tipo de violencia por parte de su esposo o compañero.
Frente a esta realidad, la colaboración entre la UNFPA y el MINSA ha resultado en la aprobación de la Resolución Ministerial N°670-2021-MINSA, mediante la cual se actualiza la «Guía Técnica para el cuidado de la salud mental de mujeres en situaciones de violencia por parte de la pareja o expareja», estableciendo procedimientos obligatorios a nivel nacional. Dichos procedimientos implican la coordinación entre profesionales de la salud con los de salud sexual y reproductiva, atención centrada en las necesidades emocionales y físicas de las víctimas, directrices específicas para casos de alto riesgo, y la consideración de enfoques integrales y psicosociales en la gestión de la violencia contra las mujeres.
La atención integral y el apoyo emocional continuo son fundamentales para las víctimas de violencia de género. Es esencial que el personal de salud esté debidamente capacitado para abordar esta problemática y pueda colaborar con servicios como los Centros de Emergencia Mujer (CEM) para brindar soporte oportuno.
La prevención de la violencia de género también implica abordar las raíces de esta problemática, que incluyen la desigualdad de género, los estereotipos perjudiciales, entre otros factores más.
La lucha contra la violencia de género es responsabilidad de toda la sociedad. Desde Socios En Salud, estamos comprometidos en promover la igualdad de género, el respeto y la empatía para crear entornos donde la violencia de género no tenga lugar, haciendo énfasis en implementar medidas preventivas y de apoyo que fomenten una sociedad más igualitaria y segura para todas las mujeres.
