Azul, como prefiere que la llamen, tenía doce años cuando huyó de su natal Leticia, en Colombia. Rechazada por su familia al vivir abiertamente su identidad transgénero, cruzó la frontera hacia Islandia, un pequeño poblado en Loreto, Perú.
“No terminé mi primaria”, recuerda. “No podía irme a Santa Rosa de Yavarí, porque mi papá y mi mamá conocían toda la zona”. Desde ese primer escape, su vida fue una sucesión de partidas, cambios de ciudad y reinicios frágiles.
Antes de partir del todo, Azul alcanzó a estudiar un taller de estilismo en Tabatinga, Brasil, donde la discriminación hacia las personas trans era menor. Pero cada día debía cruzar el río que separa este país de Perú para asistir a clases. El esfuerzo fue insostenible y debió abandonar el curso. Más de diez años han pasado desde entonces y el sueño de ser estilista sigue allí, intacto.
Hoy, Azul vive en una casona del Centro de Lima junto a otras mujeres trans. Acompañada de su conejo Frito, reconstruye su vida mientras recuerda el largo trayecto que la trajo hasta este refugio. Fue también en Lima donde conoció a Socios En Salud (SES) y empezó a participar en Juntrans, una intervención comunitaria que le ofrece un espacio seguro para aprender, cuidarse y proyectar sus sueños.

Azul sostiene a su conejo Frito, quien la acompaña durante su día a día en «El Muro», caso del Centro de Lima donde reside.
Foto de Diego Diaz / SES
Un taller donde aprender también es sanar
“Empecé en cocina, lavando platos, he sido mesera. Me he encontrado con discriminación y, sobre todo, explotación. Qué puedo decir si trabajas más de siete horas y te pagan menos que el sueldo mínimo”, relata Azul.
Frente a la falta de opciones laborales formales, terminó optando por el trabajo sexual en las calles, como ocurre con alrededor del 62.2% de las personas transgénero en Perú, según reporta la Defensoría del Pueblo. “Cuando uno se dedica a esto no hay horario fijo. A veces sales un sábado y no hay nada; entonces sales un domingo”, cuenta.
Es aquí donde Juntrans busca abrir nuevas posibilidades. A través de talleres de habilidades laborales, brinda alternativas a mujeres trans que enfrentan barreras socioeconómicas. Hasta ahora, 33 participantes han encontrado en estas capacitaciones un espacio para aprender, compartir y proyectar sus sueños.
“Más allá de aprender a hacer quequitos o pulseras, yo voy para conversar, conocer y escuchar a las chicas”, cuenta Azul. Allí comparte experiencias con mujeres de distintas edades, aprende estrategias para enfrentar desafíos personales y construye nuevas redes de apoyo. “Aquí he aprendido a saber sobrellevar y escuchar”, reflexiona. Las conversaciones con mujeres mayores le han enseñado paciencia y control emocional.
En 2024, 353 mujeres trans accedieron a pruebas gratuitas de VIH y sífilis como parte de esta iniciativa.
Un modelo integral de salud y vida
El taller se desarrolla en paralelo al Grupo de Ayuda Mutua (GAM), dirigido por una psicóloga. “Buscamos fortalecer el autocuidado, la adherencia al tratamiento de VIH y las habilidades laborales”, explica Carla Rodríguez, coordinadora del proyecto. La combinación permite trabajar salud física, emocional y construir vínculos solidarios entre las participantes.
Para Azul, este espacio terapéutico ha sido un refugio en momentos difíciles. “Hace tiempo venía atravesando un problema familiar con un hermano y no había con quién hablar… Es fácil quedarse encerrada o salir a la calle, pero necesitas desahogarte con alguien preparado que te pueda alentar, sea lo que sea lo que lleves dentro”, confiesa.
Azul llegó al programa acompañada por un educador par del programa de VIH e ITS de SES. Allí, recibió acompañamiento para recibir controles médicos en establecimientos de salud públicos y pudo retomar su tratamiento para recibir una atención integral.
En 2024, 353 mujeres trans accedieron a pruebas gratuitas de VIH y sífilis como parte de esta iniciativa, mientras que 41 recibieron soporte socioeconómico para asegurar su adherencia al tratamiento. “Muchas no tenemos estudios, no sabemos expresarnos ni tenemos el coraje de acercarnos a un centro de salud. En SES nos respaldan y acompañan”, explica Azul.
“Este espacio les permite imaginar alternativas”, subraya Rodríguez. Aprender un oficio abre la posibilidad de pensar en pequeños emprendimientos, como el que Azul anhela: abrir su propio salón de belleza, ese sueño postergado desde la adolescencia que a veces vuelve a parecer alcanzable.

En el interior de su cuarto, Azul se prepara para enfrentar otro día. Socios En Salud la acompaña en este proceso.
Foto de Diego Diaz / SES
Juntrans: acompañamiento que transforma
Para Azul, cada taller es una oportunidad de seguir aprendiendo y, sobre todo, de tejer una red de contención que le permite proyectarse hacia adelante. Con Frito en casa, sus sueños de emprender y la seguridad de contar con un espacio seguro, sigue construyendo día a día su camino.
El acompañamiento de Juntrans muestra cómo el acceso a salud, el autocuidado y las habilidades laborales pueden ir de la mano para transformar vidas. Azul es testimonio de ello: con cada taller, refuerza su bienestar y amplía sus oportunidades en una sociedad donde las mujeres trans aún enfrentan enormes desafíos.