Como cada año, este 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer. Una fecha que, lejos de celebrarse, debe convocar reflexiones alrededor de la desigualdad de género aún vigente en distintos ámbitos, que limita la participación femenina en la sociedad.
Pero esta efeméride también permite visibilizar las victorias alcanzadas en la lucha por la igualdad de derechos. Si bien la brecha salarial en el sector salud es un problema latente, vale destacar el incremento de la representación femenina en el personal sanitario.
Un informe elaborado por la Organización Mundial de Salud (OMS) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en 2022, reporta que a nivel global las mujeres representan el 67% de los profesionales dedicados al cuidado de la salud.
Esta tendencia se evidencia asimismo en América Latina y el Caribe, de acuerdo con un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), publicado en 2019, que registra el siguiente resultado: un 57% de médicos en la región son mujeres.
En Socios En Salud (SES) no somos ajenos a esta realidad. Son muchísimas las profesionales en nuestro equipo que a diario colaboran con un enorme compromiso para hacer posible nuestra misión: llevar los beneficios de la ciencia moderna a las comunidades más vulnerables.
Por ello, queremos conmemorar el 8-M (como se le conoce a esta fecha) con tres historias que resultan inspiradoras por el poder transformador que estas mujeres han emprendido en sus respectivos campos a favor de la cura contra la injusticia social.
La OMS y la OIT reportan que las mujeres representan el 67% de profesionales dedicados al cuidado de la salud. El BID, por su parte, señala que un 57% de médicos en América Latina y el Caribe son mujeres.
Milagros Nuñovero y el arte de mantener en orden a SES
Cuando Milagros Nuñovero, directora de Finanzas y Administración de SES, terminó la secundaria, su primera opción como carrera profesional fue odontología. Esa rama de la medicina le parecía estimulante, pero hoy cree que no habría podido dedicarse a extraer muelas, por ejemplo. “Tengo un poquito de miedo a la sangre”, confiesa.
Desechada esa alternativa, decidió estudiar Contabilidad en la Universidad Nacional del Callao (UNAC). ¿El motivo? “Siempre he tenido afinidad por el control y el orden. Creo que mi papá influenció, porque es alguien bastante metodológico y ordenado”, afirma. Fue así como, en los primeros años de estudios generales, se enamoró de su profesión.
En el fondo, sin embargo, Milagros no abandonó ese llamado inicial a cuidar a quien lo necesite. Pudo comprobarlo en el verano de 2005, cuando ingresó a SES como subcontadora. “Aquí te sientes parte de una contribución, eso es algo que me jaló y fue el motivo por el que me quedé en SES: realmente sientes que estamos cambiando realidades, salvando vidas”, dice.
Casi dos décadas han pasado desde entonces. Hoy, nuestra directora de Finanzas y Administración mira hacia atrás para advertir los cambios en la organización: “Creo que las mujeres contribuimos con una mirada diferente, no solo por nuestro género, sino por nuestra profesión. Eso hace que tengamos un directorio más fuerte y tomemos mejores decisiones”.
Sus decisiones influyen en un área decisiva para nuestra organización: administrar los ingresos de forma eficiente. De ahí que a la fecha se enfoque en consolidar las unidades que tiene a su cargo, como la de auditoría interna. “Nosotros trabajamos con dinero de donaciones, tenemos una alta responsabilidad de ser efectivos y honestos”, sostiene. Su trabajo así lo prueba.
Jimena Ruiz, una doctora líder en investigación
Desde sus cuatro años, Jimena Ruiz la tenía clara: quería ser doctora. “En inicial, le decía a mi profesora que no se preocupara si sentía mal, porque yo la iba a cuidar”, dice. En su colegio no perdió oportunidad de encabezar grupos de cuidado, y por ello fue natural que eligiera estudiar Medicina cuando ingresó a la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC).
A lo largo de su carrera, nuestra coordinadora del Programa VIH de SES no ha seguido un camino convencional. Tras un año en Piura, donde hizo su Servicio Rural y Urbano Marginal de Salud (Serums), supo que quería servir a una comunidad antes que solo especializarse. Un amigo suyo le habló sobre una organización que se ajustaba a esta búsqueda.
“Era la primera vez que rotaba al Hospital de Collique. Allí estaban haciendo el ensayo clínico de EndTB 2, de Socios En Salud”, cuenta. Formar parte de esta investigación —que ha reducido a una duración de nueve meses, y sin inyecciones de por medio, el tratamiento para pacientes de tuberculosis multidrogorresistente (TB-MDR)— es para la doctora un hito en su trayectoria.
Lo que más le fascina, precisamente, es el privilegio de atestiguar la recuperación de las personas. “La ventaja de SES es que el seguimiento es largo, entonces realmente ves el impacto. Ves cómo todo lo que has estudiado y las cosas nuevas que van surgiendo realmente marcan la diferencia”, señala.
Esta experiencia, además, le ha enseñado que la investigación científica es una alternativa desafiante, que también puede serlo para muchas mujeres que hoy llenan las escuelas de Medicina. “Pueden participar en estudios desde pregrado y luego involucrarse en ensayos clínicos. No solamente tienen este único camino de la especialidad”, recomienda.
Así, la doctora Jimena siente que desde el frente que lidera también escribe parte de la historia. “Es eso, ¿no?, saber que impactas en varios, que van a tener una mejor vida por el esfuerzo que le pones a las cosas que haces. Y no solamente a personas, sino todo su entorno. Mejora el paciente y mejoran todos los demás”. Razón no le falta.
María Rosas, la fortaleza de una agente comunitaria
Un antiguo refrán dice que es en la lucha donde la gente descubre su verdadera vocación. María Rosas puede dar fe de ello: en el 2000, mientras buscaba regularizar sus papeles en Venezuela, se convirtió en la vocera de muchos migrantes indocumentados. “Siempre me ha gustado ayudar a alguien que necesita algo, viene conmigo incorporado”, cuenta.
Diez años después, cuando ya había regresado a su hogar en el distrito limeño de Comas, esta vocación volvió a hacerse presente. “Como no tenía trabajo, una amistad me dijo si no quería trabajar en el Centro Materno como voluntaria. Comencé como promotora de salud y empezamos a buscar niños con anemia”, recuerda.
A sus 62 años, nuestra agente comunitaria no ha perdido ese norte. Desde hace cuatro años forma parte del proyecto ALMA, del programa de Enfermedades No Trasmisibles y Cáncer de SES, y como muchas de sus colegas recorre de palmo a palmo su distrito para luchar contra el cáncer de mama a través de distintas acciones que favorecen la detección temprana.
María suele brindar soporte a madres de familia que han sido diagnosticadas con esta enfermedad. “Nos involucramos con ellas, hacemos seguimiento para ver cómo están, cómo va el tratamiento cuando las han operado y apoyarlas con lo que más necesitan”, repasa. Son ellas quienes, más de las veces, ponen a prueba su fortaleza.
“A casi todas las mamitas con cáncer las he llevado al INEN (Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas). La primera vez me chocó. Tenía que tragarme la saliva, ponerme fuerte, porque nunca había ingresado a ese hospital. Acá te olvidas de todo lo que hiciste y te pones a pensar: yo nací para esto, para ayudar”, dice.
María Rosas se siente tan involucrada con su trabajo que, para ella, todos los días son el Día de la Mujer. Sus ojos han sido testigo de intensas luchas no solo contra la muerte, sino también contra la injusticia social que aleja a las pacientes de los beneficios de la medicina moderna. “Hay veces en que el hogar es la calle”, afirma.
Hoy, de la mano de su hija, quien también se desempeña como agente comunitaria de SES, sigue realizando una labor decisiva para la mejora de muchas mujeres en condición de vulnerabilidad. Ellas, deja entrever María, siempre saben agradecérselo. Es su más grande satisfacción.