El suicidio es un problema de salud pública, y la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha advertido que más de 700,000 personas mueren por esta causa cada año. Un equivalente a una muerte cada 40 segundos.
Entre tanto, en el Perú, según el reporte de la Sala Situacional de Problemas de Salud Mental Priorizados del Ministerio de Salud (MINSA) se han registrado 1,620 intentos de suicidio acumulados hasta agosto de 2024.
Estos datos reflejan una tendencia preocupante que se agrava en poblaciones vulnerables como las que prioriza Socios En Salud (SES). En las últimas cifras recabadas por nuestros programas de salud, se revela una situación alarmante en estas comunidades.
El Programa de Salud Mental de SES señala que el 10% de las personas afectadas por tuberculosis (TB), VIH, entre otras que pertenecen a comunidades marginadas, presentan un riesgo de suicidio.
Desglose de las cifras por grupos
De un total de 29,325 personas monitoreadas a través de los programas de salud de Socios En Salud, que incluyen personas afectadas por TB, sus contactos, personas viviendo con VIH y poblaciones clave como hombres que tienen sexo con hombres, mujeres transgénero y trabajadoras sexuales, el 10% presenta riesgo suicida.
El análisis desglosa esta cifra por grupo poblacional, lo que permite identificar de manera más precisa las comunidades más afectadas. Así, se sabe que las personas viviendo con VIH son, de todos los grupos, las que enfrentan un mayor riesgo suicida, con un preocupante 19%.
Esta cifra es casi el doble del promedio y refleja cómo el estigma, la discriminación y la carga física y emocional de vivir con esta enfermedad impactan gravemente en la salud mental. En segundo lugar, las mujeres transgénero tienen un riesgo del 17%, un grupo que también enfrenta altos niveles de violencia, exclusión y acceso limitado a servicios de salud adecuados.
Por su parte, las personas afectadas por COVID-19, otro grupo incluido en el análisis, muestran un 13% de riesgo suicida. La pandemia ha exacerbado los problemas de salud mental en todo el mundo, lo que se refleja en estas cifras.
Finalmente, las personas afectadas por TB registran un 11% de riesgo suicida, lo que destaca la complejidad de esta enfermedad no solo desde un punto de vista físico, sino también psicológico y social.
Las personas viviendo con VIH son, de todos los grupos, las que enfrentan un mayor riesgo suicida.
El acompañamiento, esencial en la prevención del suicidio
Frente a estas cifras alarmantes, es crucial que el sistema de salud aborde de manera integral el vínculo entre enfermedades infecciosas y salud mental. La integración de servicios de salud mental dentro de los programas de atención a la tuberculosis, VIH y otras condiciones infecciosas es fundamental para reducir el riesgo suicida.
La intervención y el apoyo social también son claves para prevenir el suicidio en estas poblaciones vulnerables. Según María Fernanda Amézquita, psicóloga del Programa de Salud Mental de Socios En Salud, es vital ofrecer un acompañamiento cercano a las personas en riesgo.
«Se trata de una persona en una situación de vulnerabilidad, que anula su instinto de supervivencia y es capaz de tomar decisiones que atenten contra su vida. Nosotros, como parte de la comunidad, debemos brindar acompañamiento para que la persona sepa que tiene aliados que ofrecen su apoyo, compañía o respaldo, en busca de ayuda profesional», afirma.
Y es que la prevención del suicidio no depende únicamente del tratamiento médico o psicológico, sino también del entorno social de la persona. La comunidad tiene un rol activo en brindar apoyo, validación emocional y un sentido de pertenencia a quienes están en riesgo.
La empatía, el acompañamiento y la creación de redes de apoyo pueden ser determinantes para salvar vidas y ofrecer una vía hacia la recuperación.
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