Durante décadas, la salud mental ha sido un punto ciego en los sistemas de salud pública. En países de ingresos bajos y medianos, como Perú, solo 3 de cada 100 personas con depresión reciben tratamiento, en gran parte porque no hay suficientes profesionales especializados, advierte la Organización Mundial de la Salud (OMS).
¿Qué se está haciendo para cambiar esta realidad? En julio, la OMS y UNICEF, en alianza académica con la Universidad George Washington, lanzaron el Manual de Capacitación en Habilidades Fundamentales de Apoyo (FHS, por sus siglas en inglés) que busca dotar a médicos, enfermeras, trabajadores sociales y otros actores comunitarios de herramientas simples pero esenciales para brindar apoyo seguro y eficaz al interactuar con usuarios de los servicios.
El documento forma parte de EQUIP, una iniciativa de las tres entidades arriba mencionadas, que propone un nuevo enfoque basado en competencias: enseñar habilidades específicas —como la escucha activa, la empatía o la transmisión de esperanza— y evaluarlas en la práctica, no solo en exámenes teóricos. Se trata de un método flexible y basado en evidencia, aplicable en distintos contextos.
“EQUIP es muchas cosas, pero sobre todo una respuesta a la ausencia de estándares que garanticen una atención en salud mental segura y de calidad. Es un cambio de paradigma”, afirma la Dra. Gloria Pedersen, directora de Salud Mental y Apoyo Psicosocial en Partners In Health (PIH), investigadora de la Escuela de Medicina de Harvard y una de las responsables del proyecto.
Perú fue una pieza clave de ese cambio. Gracias al trabajo de Socios En Salud (SES), la metodología se probó en terreno antes de la pandemia y durante la misma, validándose incluso en sus momentos más críticos, con resultados notables. Lo que comenzó como una experiencia local hoy forma parte de un manual global llamado a transformar la manera en que el mundo aborda la salud mental.

Socios En Salud implementó la iniciativa de EQUIP a través de su manual de Pensamiento Saludable (PENSA), una intervención del programa de Salud Mental dirigido a mujeres con depresión perinatal.
Foto de Julio López / SES
¿Cómo surgió y funciona EQUIP?
A inicios de los 2000, una idea simple pero poderosa cobró fuerza en salud mental: compartir tareas clínicas con personal no especializado, lo que se conoce en inglés como task sharing. Impulsado por la OMS y diversas universidades, este enfoque se extendió en países con menos recursos, llevando apoyo a comunidades con escasos profesionales.
El reto, sin embargo, era cómo garantizar que quienes brindaban apoyo psicosocial ofrecieran un servicio seguro y de calidad. La Dra. Pedersen recuerda que, fuera del campo médico o psicológico, no había una forma clara de evaluar esas competencias.
Con esa necesidad en mente nació EQUIP, una plataforma digital que busca profundizar la atención en salud mental y apoyo psicosocial. “Diseñamos una herramienta que nos permite medir habilidades, integrarlas en la capacitación y supervisión, y promover un enfoque basado en competencias más allá de simples pruebas de conocimiento”, explica.
A través de simulaciones, observación directa y retroalimentación, EQUIP enseña y evalúa destrezas clave priorizando cómo se aplican en la práctica, no solo en teoría. Y ahí radica su diferencia: no es una simple lista de verificación, sino una filosofía formativa.
EQUIP llena así un vacío crucial, al ofrecer un estándar válido tanto para psiquiatras y psicólogos como para trabajadores comunitarios. Su inspiración vino del Dr. Brandon Kohrt y colegas de TPO Nepal, con su experiencia en el desarrollo de la herramienta ENACT, que la OMS adoptó como base para EQUIP.
“El principal desafío, como suele suceder, fue el financiamiento, en el que USAID fue clave”, señala la Dra. Pedersen. “Otro fue adaptar las herramientas a múltiples contextos culturales y lingüísticos, ya que trabajamos con más de siete países en investigaciones rigurosas para asegurar que fueran válidas y útiles en distintas realidades”.
Es en este punto donde entra en escena Socios En Salud.

Bajo el enfoque de compartir tareas, el equipo de SES capacitó a agentes comunitarias para que puedan brindar apoyo psicosocial en sus comunidades.
Foto de Julio López / SES
El papel de Socios En Salud en el éxito global de EQUIP
Antes de la pandemia, hablar de salud mental en Perú era difícil. “Había un estigma muy marcado”, recuerda Carmen Contreras, jefa del programa de Salud Mental (SAME) de SES. En zonas rurales, casi la mitad de las mujeres y más de un tercio de los hombres temían ser juzgados si buscaban ayuda psicológica, lo que limitaba el acceso a los servicios.
En este escenario, resultó sorprendente que Perú fuera elegido como uno de los países en Sudamérica para implementar EQUIP. La experiencia se realizó a través del proyecto Pensando Saludable (PENSA), liderado por SAME y dirigido a mujeres con depresión perinatal al norte de Lima. Era la primera vez que una herramienta global de este tipo se probaba en comunidades peruanas.
“Además de capacitar, EQUIP nos permitió evaluar todo el proceso de la intervención, que aún estaba en construcción”, explica Contreras. “Para mí, fue una oportunidad de posicionar a SES como referente en las habilidades que todo profesional de salud mental debería tener, más allá de la formación técnica o académica tradicional”.

Susana Gamboa fue una de las agentes comunitarias de salud de SES que realizó acompañamiento a mujeres con depresión perinatal como parte del proyecto PENSA.
Foto de SES
Desde la perspectiva de la Dra. Pedersen, SES fue determinante. “Adaptaron las herramientas a los contextos peruano y en español, e incluso co-desarrollaron instrumentos específicos para la intervención PENSA”, afirma. Esa flexibilidad permitió integrar el aprendizaje de manera práctica en los servicios de salud comunitarios.
El esfuerzo cobró especial relevancia con la llegada de la pandemia. Ante las restricciones y el confinamiento, SES innovó en la intervención en salud mental con chatbots y métodos remotos para acompañar a la comunidad a través de profesionales especializados y no especializados en salud mental (agentes comunitarios de salud), manteniendo la supervisión. Estas soluciones digitales aseguraron la continuidad del acompañamiento psicosocial en un momento en que la necesidad de apoyo era más urgente que nunca.
El alcance fue notable. Además de validar la metodología, SES contribuyó al desarrollo del FHS, parte esencial de los recursos de EQUIP. Gracias a esta articulación, la capacitación llegó también a profesionales sin formación previa en salud mental —enfermeras, obstetras y estudiantes—, ampliando el impacto del proyecto. “El impacto fue tan grande que muchos profesionales dijeron que era la primera vez que aprendían cómo abordar el suicidio de manera práctica”, recuerda Pedersen.
De la práctica al cambio sistémico
El manual FHS, que integra el modelo EQUIP, abre una oportunidad inédita para Socios En Salud. La organización se prepara para implementar la herramienta en intervenciones locales. “Como siempre, queremos empezar en Carabayllo”, explica Carmen Contreras. “La idea es demostrar resultados y luego presentarlos al MINSA”.
Esa transición de lo local a lo nacional es precisamente lo que entusiasma a la Dra. Gloria Pedersen. Para ella, EQUIP cambia la forma en que el personal de salud mental se forma en la primera línea. “Lo más impactante fue ver a enfermeras y obstetras aplicar lo aprendido semanas después, especialmente el tamizaje de riesgo suicida, por iniciativa propia”, dice.
La razón está en el enfoque. Ya no se trata de impartir conocimientos teóricos que muchas veces quedan en el papel, sino de desarrollar habilidades observables y prácticas. Con simulaciones, retroalimentación y dramatizaciones, los profesionales no solo aprenden qué hacer, sino también cómo se siente desde la perspectiva de la persona usuaria. Esa empatía cambia la manera de cuidar.

Durante la pandemia de la COVID-19, Socios En Salud implementó respuestas virtuales en salud mental para afrontar el confinamiento y las restricciones.
Foto de SES
El próximo desafío es demostrar de manera sistemática el impacto de EQUIP. “Ya hay evidencia de que reduce comportamientos perjudiciales y potencia prácticas útiles entre proveedores”, explica Pedersen. “Lo que falta son datos directos en las personas usuarias. Queremos comparar, por ejemplo, dos grupos de enfermeras, uno formado con competencias y otro con el método tradicional, y analizar resultados clínicos”.
Aunque la pandemia frenó algunos estudios, los indicios son prometedores. En India, pacientes atendidos por profesionales formados con simulaciones tuvieron mejores resultados. En Nepal, un análisis de costos mostró que este enfoque no solo es más eficaz, sino que no encarece la capacitación. “La evidencia apunta a que formar por competencias es más útil y sostenible”, enfatiza Pedersen.
Otro paso clave es la educación universitaria. “Estamos trabajando para integrar estas competencias en programas de pregrado y posgrado”, señala. Países como Uganda, Sierra Leona y Ruanda ya muestran avances alentadores, pero aún falta consolidar un modelo que prepare a las futuras generaciones de profesionales desde la etapa académica. Un cambio sistémico al que apuntan Partners In Health y Socios En Salud.